Trastorno crónico del cerebro caracterizado por convulsiones
o ataques repetidos. El origen de los ataques puede estar en una lesión
cerebral subyacente, en una lesión estructural del cerebro, o formar parte de
una enfermedad sistémica, o bien ser idiopática (sin causa orgánica). Los
ataques epilépticos varían según el tipo de lesión, y pueden consistir en pérdida
de consciencia, espasmos convulsivos de partes del cuerpo, explosiones
emocionales, o periodos de confusión mental. Los estudios demuestran que aunque
la epilepsia no es hereditaria, existe un rasgo hereditario de predisposición a
padecerla que puede ser el responsable de algunos de los casos idiopáticos.
En los individuos que padecen
epilepsia, las ondas cerebrales, que son una manifestación de la actividad eléctrica
de la corteza cerebral, tienen un ritmo característico anómalo producido por
una descarga excesiva y sincronizada de las células nerviosas. Además, los
tipos de ondas varían de forma notable según la causa. Los registros de las
ondas cerebrales son importantes para el estudio y diagnóstico de la
enfermedad, y se obtienen con un aparato denominado electroencefalógrafo (véase
Electroencefalograma).
No existe un tratamiento
curativo específico para la epilepsia, pero se puede prevenir o reducir la
frecuencia de las crisis hasta en el 90% de los pacientes mediante la
administración de fármacos. Los fármacos anticonvulsivantes que se emplean
son la difenilhidantoína (fenitoína), el fenobarbital, la carbamacepina, la
etosuximida y el ácido valproico.
Debido a que las crisis epilépticas
varían en cuanto a intensidad y a manifestaciones, la epilepsia se divide en
los siguientes tipos principales: crisis focales (incluyendo crisis motoras) y
crisis generalizadas (incluyendo crisis tipo gran mal y pequeño mal).
Con frecuencia, el inicio de
una crisis tipo gran mal viene señalado por un grito involuntario producido por
la contracción de los músculos respiratorios. Cuando se produce la pérdida de
consciencia, todo el cuerpo se ve afectado por una contracción muscular espástica.
La cara se pone lívida, la respiración se detiene, y se arquea la espalda.
Después se producen a lo largo de todo el cuerpo contracciones y relajaciones
de los músculos de forma alternada con una agitación tan violenta que es
posible que el paciente se produzca lesiones graves. La introducción de un pañuelo
doblado en la boca puede ayudar a prevenir las lesiones por mordedura en la
lengua y las paredes internas de la boca. Cuando la convulsión cede, el
paciente queda exhausto y profundamente dormido. Al despertar suele presentar
fatiga y depresión, y a veces no recuerda el episodio de la crisis. Los ataques
aparecen a intervalos variables, en algunos casos una vez al año, y en otros
incluso varias veces en un mismo día. Las convulsiones pueden sucederse sin
periodos de recuperación. Esta situación, denominada estatus
epiléptico, afecta aproximadamente al 8% de los pacientes con crisis de
tipo gran mal y puede ser fatal a menos que se instaure con rapidez el
tratamiento con diazepán u otros fármacos.
En la epilepsia tipo pequeño
mal, las crisis se caracterizan por disminución o pérdida momentánea de
consciencia. Los síntomas evidentes suelen ser tan sutiles como un
desplazamiento superior de los ojos con mirada fija, una marcha tambaleante, o
movimientos espasmódicos de los músculos de la cara. El paciente suele
recuperar su actividad normal sin ser consciente de la crisis que ha presentado.
En la epilepsia psicomotora el síntoma principal es la amnesia. La duración de las crisis varía entre unos minutos y varias horas. La actividad del paciente durante las crisis no cesa, aunque su comportamiento está disociado del entorno por completo. Este tipo de crisis, que también reciben el nombre de epilepsia del lóbulo temporal, puede estar precedida por el aura (malestar abdominal, vértigo, o sensaciones u olores extraños). Algunas formas graves de epilepsia del lóbulo temporal son tratadas de forma satisfactoria mediante extirpación quirúrgica de la parte del cerebro lesionada.
Electroencefalograma, muy utilizado para medir la gravedad de dicha enfermedad.
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